Premio a la vida y obra
de un periodista


Cicerón Flórez Moya

Periodismo: libertad y ética 

“La vida te da sorpresas, / sorpresas te da la vida” se canta en un tema salsero, pero en el caso al que hago referencia, no se trata de un desenlace desastroso, sino, por el contrario, de una anunciación grata y feliz, como la de recibir el Premio Simón Bolívar a la Vida y Obra de un Periodista. Galardón que recibo con emoción, pero también con la comprensión de la generosidad que encierra y la responsabilidad que implica. Por todo ello, gracias. 

No puedo dejar de reconocer que mi vida y lo hecho en los años de ejercicio periodístico es la suma de los factores de estímulo de esa carrera y en lo cual cuenta el respeto del medio, donde he laborado durante medio siglo, por los principios esenciales del oficio. Eustorgio Colmenares Baptista, Virgilio Barco Vargas, Alirio Sánchez Mendoza y Eduardo Silva Carradine, los promotores del proyecto de La Opinión en Cúcuta, lo cultivaron con dedicación y al semanario inicial, que duró dos años, lo transformaron en diario, siempre con sujeción a reglas que hicieron posible su fortalecimiento y sobreponiéndose a las estrecheces. En esta nueva etapa, el trabajo de Eustorgio Colmenares Baptista fue decisivo para su consolidación. Y allí esta, a pesar de todas las tormentas, bajo la dinámica dirección de José Eustorgio Colmenares Ossa.

La Opinión esta entre las víctimas del desgarrador conflicto armado colombiano. El asesinato de Eustorgio Colmenares Baptista fue un acto de beligerancia torpe y absurdo.

Decía que han sido los factores de estímulo los que han contribuido a hacer el camino. Los maestros que tanto han enseñado, los compañeros de las diversas áreas de Redacción, la contribución de los lectores, la solidaridad de mi familia y la experiencia de cada día, tanto en lo negativo como en lo positivo. 

Pero aprovechemos este espacio para repasar algunas reflexiones sobre la responsabilidad que incumbe a los periodistas. 

Para una mejor comprensión de la responsabilidad que implica el periodismo, no está de más volver sobre las normas y los principios que lo definen en el marco de la libertad. 

La Constitución de Colombia, en su Artículo 20 consagra:

 Se garantiza a toda persona la libertad de expresar y difundir su pensamiento y opiniones, la de informar y recibir información veraz e imparcial, y la de fundar medios masivos de comunicación. Estos son libres y tienen responsabilidad social. Se garantiza el derecho a la rectificación en condiciones de equidad. No habrá censura.

Como complemento a la información está el derecho de acceso a los documentos. Al respecto Mario Madrid-Malo Garizábal dice:

El derecho de toda persona a informarse, el de conocer el manejo de los asuntos de interés colectivo, el de estar al tanto de lo que hacen las autoridades y el de participar en el control del poder político tienen uno de sus principales complementos en el derecho de acceso a los documentos públicos. Sin este acceso los hombres quedan expuestos a esas tres formas de esclavitud espiritual que representan el error, la ignorancia y la desinformación. No es concebible una democracia participativa en la cual estén absolutamente cerrados el paso y la entrada de las personas a los archivos, bancos de datos y demás instalaciones donde se reúne la documentación de interés público, pues solo en forma excepcional y transitoria puede ella mantenerse bajo el velo de la reserva.

La Declaración Universal de los Derechos Humanos dice:

Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones y el de difundidas sin limitación de frontera por cualquier medio de expresión. 

La Convención Americana sobre Derechos Humanos “Pacto de San José de Costa Rica”, en 1969, acogió esta norma:

Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento y de expresión. Este derecho comprende la libertad de buscar, recibir y difundir informaciones e ideas de toda índole, sin consideración de fronteras, ya sea oralmente, por escrito o en forma impresa o artística, o por cualquier otro procedimiento de su elección. 

Ryszard Kapuscinski alerta sobre el principal reto que enfrenta un periodista en esta nueva era de la información:

Siempre el principal reto —dice— está en lograr la excelencia en su calidad profesional y su contenido ético. Cambiaron los medios de coleccionar información y de averiguar, de trasmitir y de comunicar, pero el meollo de nuestra profesión sigue siendo el mismo: la lucha y el esfuerzo por una buena calidad profesional y un alto contenido ético. El periodista tiene el mismo objeto que siempre: informar. Hacer bien su trabajo para que el lector pueda entender el mundo que lo rodea, para enterarlo. Para enseñarle, para educarlo. 

Eduardo A. Bertoni, en sus reflexiones sobre impunidad y libertad de expresión, plantea: 

En síntesis, la libertad de expresión es un componente de la democracia, o, a lo menos, un instrumento necesario para su consolidación. Los ataques a la libertad de expresión representan, por ello, ataques a la democracia misma. Cuando se impide de hecho a los sectores marginados expresarse como consecuencia de esa marginación social, se atenta contra la libertad de expresión, pero también contra la democracia. Cuando se asesina o amenaza a un periodista, no solo su libertad de expresión y la de la sociedad se pone en jaque: se amenaza a la democracia. Cuando se intenta callar la crítica por medio de persecuciones judiciales arbitrarias, no solo sufre la libertad de expresión: se disminuye también la calidad de la democracia. Si somos conscientes de ello, no podemos tolerar que el ejercicio de ese derecho fundamental sea puesto en duda. Si lo hacemos, el camino nos conducirá inexorablemente a perder un modo de vida que nos ha costado mucho conseguir. 

Javier Darío Restrepo y María Teresa Herrán, en su libro Ética para periodistas, definen:

Las diferencias entre ética y derecho […] se aplican cuando se busca una definición del periodista. En efecto, la definición resulta mucho más amplia desde el punto de vista ético que desde el punto de vista jurídico.

En el sentido ético, periodista es aquel ejerce una actividad periodística aunque no tenga las condiciones jurídicas requeridas para ejercer legalmente la profesión. De esta manera, por ejemplo, es evidente que los principios éticos cobijan al colaborador ocasional de un periódico, al que escribe esporádicamente una columna, al locutor que entrevista a un cantante y al muchacho que redacta un periódico escolar, aunque el derecho positivo no les confiera la calidad de periodista. Quien ejerza alguna actividad relacionada con el periodismo, con la misión de proporcionarle información a la comunidad, bien sea esporádica o permanente, profesional o empíricamente, en forma principal o secundaria, debe comportarse de acuerdo con los criterios éticos de la profesión.

Tal vez por el atractivo que tienen los medios de comunicación en la sociedad contemporánea, muchos creen que ser periodista es fácil. El político, la reina de belleza, la animadora, el locutor se improvisan como periodistas de la noche a la mañana. Pero como existe un paralelismo entre deber ético y deber profesional, esos “repentismos” en el ejercicio de la profesión frecuentemente implican un desconocimiento por parte del improvisado periodista de su misión y de sus responsabilidades frente a la sociedad. Carece de fibra ética, es decir, no tiene sensibilidad para aquellos valores del periodismo diferentes a la autosatisfacción individual, no le interesa el impacto que su trabajo pueda tener en la sociedad. Ejerce entonces un periodismo que busca lo espectacular y sensacionalista en vez de lo investigativo y lo perdurable, y que no se interesa en los principios generales de la ética de la profesión, tal como lo recuerda el Código del CPE en su preámbulo: “La ética de la profesión se fundamenta en unos principios dirigidos a establecer la responsabilidad del periodista frente a la sociedad”.

German Rey, en su ensayo La espalda del vecino (responsabilidad social de los medios de comunicación), plantea:

La función social de los medios está íntimamente relacionada con la naturaleza y la operación democrática de los medios.

Esto tiene que ver con su propiedad, con la labor de fiscalización del poder como también con el grado de accesibilidad que a los medios tengan los diversos actores sociales, con el manejo de la información, y con la capacidad de reconocer efectivamente la diversidad social, étnica, política, sexual. 

Y, en otro aparte de su obra, el mismo autor sostiene que: “En las sociedades modernas los medios de comunicación son agentes reconocidos de socialización”. 

En su libro Derecho a la información, Ricardo Ávila Palacios propone esta tesis: 

La doctrina y la jurisprudencia coinciden en concluir que la libertad de información consiste en el derecho fundamental de publicar y difundir el mensaje informativo por cualquier medio, a la vez que se le reconoce como una de las características de todo régimen democrático puesto que propicia el pluralismo político e ideológico. Su finalidad más trascendental es la de permitir que exista un espacio propicio para controlar los actos de los gobernantes y para indicar derroteros a los asociados, todo lo cual en principio le da a este derecho —en el cuadro de las regulaciones constitucionales— una posición preferente ante los poderes públicos y ante otros derechos fundamentales. 

Descrita así la función del periodismo, relacionada con sus garantías y responsabilidades, se deduce el reto que asumen quienes lo ejercen en los diferentes medios. No se trata de una actividad cualquiera, pues tiene que ver con lo fundamental de toda sociedad: la preservación de los valores que le proporcionen fortaleza en sus desarrollos políticos, sociales, económicos y culturales. Y en ello entra como soporte principal la libertad, pero además la comprensión de los deberes que impone esa institución con respecto a las personas, en lo individual y en lo colectivo. Para que el periodismo se ejerza como “el oficio más bello del mundo”, según Albert Camus, tiene que blindarse contra quienes promueven su deformación y su destrucción. 

La lucha frente a los factores negativos no puede librarse de espalda a las responsabilidades inevitables. O sea, no se puede responder a la represión, a las amenazas, a la censura o a cualquier forma ofensiva, incluido el crimen, con posturas equívocas sino con una conducta de reivindicación de los principios fundamentales, como los descritos en las transcripciones ofrecidas en esta intervención. 

Tampoco hay que confundir la denuncia, la investigación rigurosa y la valentía de presentar los hechos en forma veraz y trasparente con la diatriba insolente o ciertos mecanismos de agresión verbal, que tienen más de revanchismo o intención dolosa que voluntad de informar, que es la finalidad más relevante del periodismo.